domingo, 17 de marzo de 2013

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¿Te acordás de esa noche que duró días enteros? Ese momento en el que ibamos recreando la última escena de Zorba El Griego, caminando por Defensa, buscando la parada que jamás encontramos. Se nos hizo de día. Y de nuevo de noche. Y la locura era increíble. Fuimos perfectos. Estábamos felices y cansadísimos. Cansados de cuerpo y alma. Me aventuraría a decir que ese fue el momento, creo que ahí escuché como me empezaban a florecer una enredadera en el interior y se iba apoderando de todo mi ser. O quizás no fue en ese momento. Como me dijo una amiga, mirando para atrás, es difícil encontrar el punto de quiebre en el que todo cambia para siempre. Que loco que todo cambie para siempre.
Me acuerdo de acostarme a tu lado y verte dormir. Pedirle a todo lo que es sagrado que esa noche eterna lo siguiera siendo para tenerte así por años. Sin embargo, creo que si esa noche hubiese durado más, no sería el recuerdo perfecto que ahora te escribo. Verte vistiéndote y rompiendo la burbuja perfecta que teníamos era necesario.

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