domingo, 18 de noviembre de 2012

Cientosetentaydos.

Busqué un nombre conocido en la lista de contactos y marqué, con una angustia indeleble de vaya a saber dónde. Al instante me sentí mejor. Hablamos y sentía como me iba aflojando de a poco. No le dije nada de cómo me sentía, solo me limité a contarle algunas cosas y escuchar otras más.
- ¿Y entonces?
- Entonces llegué a la conclusión de que es un vampiro.
La voz del otro lado del teléfono se reía y yo me reí con ella. De vez en cuando era lindo que alguien te recordara que tenías una casa y gente que te quería. Jamás me paro a pensar demasiado en lo valiosa que es y tampoco creo que entienda la paz que me hace sentir con su sola presencia. Hablamos un poco más y la dejé porque sino iba llorar, ponerme a los gritos o perder la cabeza de alguna forma. Inhalé. Exhalé. Me sentí un poco mejor. No tanto, pero supongo que en algún momento se va a pasar. Probablemente cuando nos sentemos a charlar un rato.

martes, 13 de noviembre de 2012

Cecilia

- ¿Alguna vez pensaste en que toda esta gente tenía una vida normal como vos  y yo? - Ella miraba por la ventana del tren. Seguí su mirada y me encontré con tres hombres sucios que dormían en el piso de la terminal - Que endeble es todo, que rápido que pueden cambiar las cosas. De repente tenés un trabajo, techo, una familia y de repente no. ¿A dónde va todo eso? ¿Qué les pasó a esos hombres? ¿Por qué están acá?
La frialdad en la voz de Sofía resultaba perturbadora en contraste con la emotividad de sus palabras. Cecilia en sí resultaba perturbadora gran parte del tiempo. Diecinueve años, un metro ochenta y siempre de punta en negro. Era de contextura frágil, tenía la piel muy blanca, el pelo color caoba y en general una apariencia de poca salud. Jamás usaba maquillaje y salía en raras ocasiones. Estar en su compañía era casi como estar solo, con la diferencia de que sentía la presión de charlar de algo. Ella aparentemente no sufría los silencios incómodos. No sabía si sufría algo. A menudo mis intentos desesperados por ponerme a su nivel me llevaban al ridículo. Ella no se reía, ni siquiera contestaba.
- No se si es tan así.
- Me llama la atención las ganas de vivir de esta gente. Hay gente que decide dejar de vivir por mucho menos. ¿Alguna vez quisiste dejar de existir?
Su tono resultaba en extremo desagradable de a ratos. Era tan asquerosamente distante y tenía tan poco tacto que me daban ganas de sacudirla. Estaba seguro que ni siquiera se le aceleraba el corazón. Si es que le latía, claro está. Cuando escuché su pregunta tuve ganas de salir de ahí. Me miraba como si pudiera atravesarme y saber todo de mi. Creía que sus preguntas eran por cortesía porque sabía que ella no necesitaba preguntar nada.
- Oh. Me imaginé, era de esperarse- me dijo. Ni siquiera quise preguntarle por qué era de esperarse así que me limité a quedarme en silencio y tratar de pensar en otra cosa. Cecilia tenía además dos grandes cicatrices verticales en sus antebrazos que casi nunca se veían. No le pregunté jamás por ellas, sabía que la respuesta iba a ser una pared de silencio. Cecilia aparecía y desaparecía con la luz de la mañana. No sabía si era tangible o no, no me atreví a tocarla. Real era, eso es seguro. No quería verla más. Atravesábamos el campo y estuve pensando varias formas de tirarme por la ventana y no lastimarme. Por desgracia no se me ocurrió ni una. 

domingo, 4 de noviembre de 2012

Fin del Recorrido.

''Próxima estación:  Acoyte.'' Dice la voz ausente de una mujer, o un robot, no estoy segura. ¿Te acordás del primer beso en Parque Rivadavia? ¡Cómo esperamos eso! Eramos tan chicos y nos queríamos tanto que ahora hasta me causa gracia. Es normal ponerse a pensar en el principio después del fin, creo.
Pasan las estaciones.
''Próxima estación: Plaza Miserere.'' Una noche de corridas en Once, escapando de no se qué o persiguiendo a no se qué cosa.
Alberti y después Pasco. Recuerdo el día en que te conté por vigésima vez la historia de la media estación pero vos ya no me escuchabas. Habías dejado de escuchar esa historia hace rato.
''Próxima estación: Congreso''  La voz metálica me rompe la cabeza, lo mismo con el ruido insoportable del subte mientras me voy acercando a un lugar en el que jugábamos a ser turistas, preguntábamos por calles que conocíamos de memoria y nos íbamos riendo. Pero eso dejó de divertirme y tu cara y tus actitudes también. No, no dejaron de divertirme, empecé a detestarte. Y vos sentías lo mismo, estoy segura. Podríamos haber terminado las cosas a tiempo y no dejar que todo se pudra. Qué costumbres de mierda tenés, por favor. Y qué pelotuda puedo ser cuando tengo ganas, eh.
Proxima estación: Ninguna, no hay próxima estación. Andate a la concha de tu madre.
Fin del recorrido.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Zoe

Zoe tenía la altura y el cuerpo promedio. Su cara tenía dos ojos, una nariz y una boca, como la mayoría de las caras y el pelo marrón y ondulado, del largo más común. La vi una vez en el tren. Si estás tratando de imaginarla, pegada al vidrio con los barrios porteños sucediéndose de fondo, te estás equivocando. Esa chica que te imaginás no es Zoe. Nada que ver. Zoe es esa que está atras de la que estabas imaginando vos, una en la que no habías ni reparado. Ella lleva una existencia tranquila y silenciosa, con sueños comunes y aspiraciones muy simples. Mucha gente idiota diría que Zoe es aburrida. Pero no, Zoe es un oasis. Zoe es un oasis que solo encuentra la gente que sabe buscar. Ella no espera que la encuentren pero aprecia la sonrisa cómplice de la gente que la ve aunque sea casi transparente.