sábado, 11 de febrero de 2012

Esperanza

Sentí las manos de cientos de condenados, esas manos podridas y sucias aferrándose a mis piernas, vi sus caras diabólicas, invitándome a escapar pero impidiendo que lo haga. Me arrastraban. Cada vez más adentro, cada vez más al centro de la tierra. El aire de ciudad tenía un dejo de azufre. Grité, sin emitir sonido. Traté de volver a juntar aire, pero era amarillo y cada vez más espeso. Intenté gritar otra vez y no me escucharon. Todos caminaban indiferentemente, como si no estuviera pasando nada, como si no hubiera un grupo de demonios llevándome al inframundo en el medio de una de las esquinas más céntricas de Buenos Aires. Caminaban, reían, lloraban, gritaban, pero ninguno por mi. Me di cuenta que ya no era presa de los espectros, sino de mi misma. Me quedé quieta, sabiendo que podía escapar pero sin probarlo. La mirada se quedó perdida, mi boca completamente relajada, el rostro ausente, las extremidades cayendo como bolsas de arena. Ya no estaba ahí. De otra forma, ¿cómo puede ser que nadie me viera? Me di cuenta que todo lo que yo amé ahora estaba pintado en una escala de grises. Y de repente, como de la nada, en el medio de la intersección, a mis pies, vi color. Rojo sangre, que al parecer me caía de algún lado, vi azul tinta, que caía de una pluma que tenía en la mano, vi blanco papel, verde hoja, amarillo sol y violeta de magia, esa magia que caía de algún lado, quizás esa era en realidad mi sangre. Los colores formaron un charco que cambiaba de forma, invitándome a entrar. Me asomé al borde y parecía mucho más profundo de lo que por lógica debería ser. Me arrodillé para ver más de cerca las figuras que se dibujaban a través de esa especie de velo. Cuando extendí mi mano para tocarlo, con reticencia al principio, sentí que la mancha se acercaba a mi, formando otro brazo que me agarró y me tiró para adentro de esa inmensidad cromática. Voces conocidas y no tanto, me pedían que me despierte. Ahí me di cuenta que mis ojos estaban fuertemente cerrados. Y caía. Caía o dormía.
Abrí los ojos y fue como salir de abajo del agua después de haber aguantado la respiración por mucho tiempo.

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