Las cabezas o corazones de la gente suelen soportar unas cuantas despedidas desgarradoras a lo largo de la vida, haber vivido unas seis en menos de dos años es bastante potente.
Creo yo, que muchas veces hay una salida fácil de las cosas, un atajo medio turbio pero eficaz que por más que no usemos sabemos que está ahí, por si nos queremos salir en algún momento. A veces hay caminos que no tienen atajos. Le das mil vueltas pero no. Es esa y hay que vivirla. Duele, requiere sacrificio. Me odio un poco a mi misma por escribir esta especie de autoayuda pero es que en este momento solo me queda autoayudarme. Siendo sincera, no soy una persona a la que le gusten los sacrificios. No estoy acostumbrada a esforzarme, las cosas pasan y listo. Mentiría si dijera que este camino sin atajos lo hago sin poner mala cara. Me quedan muchos insomnios y ojeras. Sin embargo, tengo un poco de optimismo que me quedó por ahí y la expectativa de que a medida que pasan las despedidas, se van agotando y en algún momento van a dejar de existir.
Vamos que la vida es una fiesta.
No, mentira.
Pero vamos que en la vida hay varias fiestas copadas.
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