Y si, bastante pelotudo de mi parte el no darme cuenta. Es que a veces no te das cuenta, ¿sabés? Debería explicar bien las cosas, porque no estoy contando nada. Resulta que me enamoré. De un hombre. Mi mejor amigo. Si, lo sé, es cualquiera todo esto. Bueno, resulta que conocí a Lean en la primaria, siempre éramos los dos que terminaban en la dirección por no hacer nada en clase, íbamos a fútbol juntos, salimos a bailar por primera vez juntos, y casi que dimos nuestro primer beso juntos. No entre nosotros, claro. (Aunque más de una vez, mi cabeza me traicionó y me hizo soñar con eso) Pero no nos desviemos del tema. Cuando empezamos la secundaria, nos tuvimos que separar porque Lean necesitaba una escuela que le permitiera un enfoque más creativo que el que le brindaba una secundaria normal. Dibuja muy bien el pibe, cuando éramos más chicos, hizo un cuaderno con caricaturas de nuestros compañeros y profesores. Yo todavía lo guardo y recuerdo a mi compañero de banco mirando a todos y cada uno de nuestros compañeros, analizando los detallitos. Esa mirada ausente, los dedos siempre sucios de fibra, tinta o tempera. Bueno, pero volviendo a lo de nuestra separación, la relación no cambió para nada, que era algo que me daba mucho miedo. Nos juntamos todos los fines de semana, en su casa o en la mía, vemos películas, nos matamos en algún juego, escuchamos música, lo común. Estas cosas eran la antesala de lo verdaderamente interesante. Charlas muy profundas sobre la vida, el futuro, y lo que nos podría esperar. Cuando nos íbamos quedando dormidos empezaban a salir los secretos. Me contaba sus miedos, sus sueños, incluso me decía, de tanto en tanto, lo mucho que me quería. Y yo lo quería también. De la forma más pura del mundo, era un afecto sin nombre. Era más que mi mejor amigo. Era la única persona con la que me sentía cómodo siendo como verdaderamente era, yo le lloraba por algun espacio vacío que me rompía la cabeza y él me consolaba. Y ya que hablamos de llorar, puede parecer una cosa chiquita, pero llorar adelante de otra persona siempre me pareció una muestra de vulnerabilidad bastante grosa. Yo solo lloraba con el y el a veces lloraba conmigo. Siempre me tocaba el pelo con esa misma mirada ausente que ponía cuando estábamos en clase. La única seña de que seguía ahí presente era que la birome de su mano hacía garabatos en la hoja. Pero no había entendido bien qué era lo que pasaba entre nosotros todavía. No entendía que me pasaba, por qué las flacas con las que salía no me entrentenían, por qué ninguna me duraba. Yo creía que no había encontrado a la mujer perfecta para mi. Ahora vamos a lo que nos importa. Lean nunca había tenido novia, se comía alguna íba cada tanto pero no pasaba nada más así que fue una sorpresa cuando me dijo que ese fin de semana no podía salir porque se tenía que encontrar con una piba. No tuve problema, pero me hizo un poco de ruido. Al fin de semana siguiente, me dijo lo mismo, me habló un poco de la flaca pero lo notaba bastante cortado. Ya había pasado un mes. Yo no la pasaba nada bien, sentía que me faltaba una parte. No quería comer, no me podía dormir, nada me inspiraba ningún tipo de alegría. Un día no me aguanté más y me fui hasta la casa de Leandro para saber que carajo le pasaba. La vieja me atendió de lo más bien, super contenta de verme pero con cara de preocupada. Entré al cuarto de Lean y estaba tirado en la cama.
- ¿Que hacés acá, Juan?
- Quiero que me expliques qué carajo te pasa, ¿estás metido en las drogas?
- No, boludo, no pasa nada. No te hagas tanto drama.
- ¿Y cómo querés que me ponga si hace un mes que no me querés hablar? Loco, nos conocemos hace como diez años y ahora de repente te re cortás. ¿Te creés que me chupa un huevo todo lo que pasó?
- Juani, es mejor que no hablemos. Creo que deberíamos dejar de juntarnos.
Se me cayó el corazón al piso. Ver a Leandro en la cama, completamente serio con el brazo derecho tapándole los ojos fue demasiado fuerte. Sin embargo, no podía entender del todo lo que me estaba diciendo.
- ¿Qué? ¿Por qué? No, no me podés hacer eso, yo no te hice nada malo. Creí que eras mi mejor amigo.
- Lo soy, Juan. Pero me pasan muchas cosas y no las entiendo bien. Traté de poner distancia para no hacerte mal, pero es peor, siento que estoy muriendo.
- Pero dejame ayudarte, Leandro. Vos sabés que siempre estuve para vos.
- No podés ayudarme.
- Si que puedo, dejame...
- Vos sos el problema.
- La verdad no entiendo qué mierda te pasa, no se. Pero bueno, si soy el problema, mejor me voy. Perdón, por lo que sea que haya hecho.
Me quedé mirándolo por unos segundos, limpiándome las lágrimas que no pude evitar. Queriendo no estar llorando enfrente de el, sino abrazándolo. No entendía nada de esto. El se sacó el brazo de la cara, se sentó en la cama y me miró, con una cara de ese dolor que nunca me mostraba. Convencido de que iba a ser la última vez que lo iba a ver, esperé un minuto más, mientras nos mirábamos fijamente. Esa mirada perdida de Leandro pocas veces se concentraba en mi. Pero cada vez que lo hacía, sentía un calorcito en el medio del pecho. Incluso ahora, que me sentía terrible. Me di vuelta porque no me quería poner a llorar otra vez. Apenas giré, Leandro habló.
- Te amo, Juani. Perdón por cagar las cosas así.
No entendí. No entendí el te amo. Estuve un minuto (o una hora) congelado, tratando de descifrar qué significaban esas palabras. Entendí, por fin entendí. Y como en las películas, vi pasar un montaje de todos los momentos lindos. No iba a haber una chica que me llenara el corazón como él. Me di vuelta y Lean tenía los codos apoyados en las rodillas y la cara tapada por sus manos, llenas de manchas de colores.
- ¿Hace cuánto lo sabés?
- No se, creo que siempre lo sospeché. Pensaba que en algún momento a lo mejor me iba a enamorar de una piba y todo esto iba a desaparecer. Pero no. Todo tiene tu cara. Todas las canciones son tu voz.
Me arrodillé adelante de la cama y le saqué las manos de la cara, me costó que me mirara pero cuando lo hizo, me sentí tan lleno que creí que de un momento a otro iba a explotar. Leandro siempre fue mi amor, que loco. Me reí, me reí un poco de felicidad, un poco de miedo.
- ¿Por qué no me lo contaste, pelotudo? No entiendo bien cómo va a ser todo esto, pero yo también te amo, Lean. No existe nada mejor para mi.
Le agarré la cabeza entre las manos, lo miré y si, bastante idiota de mi parte no haberlo entendido antes, pero bueno. Lo abracé y me devolvió el abrazo. Eso era todo, al final mi mujer perfecta resultó ser un hombre.
6 comentarios:
Tan bueno que me hizo daño
Muy bueno Jael, no sé si yo estoy sensible y por eso lloro o en verdad llega demasiado. Creo que las dos, jaja. Tenés un don, mujer.
ya se que no tiene mucho que ver pero quiero ver mas dibujos tuyossssss, hace un album nuevo en face, algo piba, son muy buenos. es una orden
Sos una genia Jael, me encanta lo que escribis.
Cada vez que leo este, me dan escalofrios. Me encanta
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